Una vegada mes el terror ha colpejat a famílies i persones innocents. En aquesta ocasió a la ciutat de Niça, en el moment, ironies de la història, en què milers de persones acabaven de celebrar la Festa de la Federació commemorativa de la toma de la Bastilla en el 14 de juliol de 1790 i considerada com a l’inici de la revolució francesa, que acabà amb els privilegis de l’antic regim monàrquic-feudal i que proclamà el magnífic lema de la igualtat, llibertat i fraternitat.
Volem solidaritzar-nos amb les víctimes amb un retall d’una curta però instructiva reflexió de Javier de Lucas que va fer amb motiu de l’atemptat de Brussel·les del passat mes de març.
“Una vieja tradición nos señala que la paz es el resultado de la justicia. Por eso, frente al desafío del terrorismo, la respuesta no debe ser la guerra sin cuartel y a cualquier precio, como reitera el primer ministro Valls. No. Por supuesto que hay que tomar en serio la amenaza terrorista y combatirla con determinación. Pero esa determinación no es la del discurso belicista, la del regreso a la dialéctica amigo/enemigo, en la que todo se perdona a los hijos de puta si son nuestros hijos de puta, y nada se reconoce a quien no se pliega a nuestros intereses (que no a nuestros supuestos valores). Debemos invertir en inteligencia, en una política europea de inteligencia, que está muy lejos de ser real y eficaz a la vista de lo que sucede. Debemos invertir también en una verdadera política común europea de seguridad y defensa. Y hacerlo desde el primado de la ley y del Estado de Derecho.
Con todo, eso no es suficiente. No lo será mientras nuestras palabras y nuestros hechos se contradigan de continuo. Mientras sembremos destrucción, desigualdad, corrupción allende nuestras fronteras. Mientras practiquemos dobles lenguajes y dobles raseros como lo hacemos ante inmigrantes y refugiados. Mientras continuemos nuestras falaces alianzas con fundamentalistas saudíes al tiempo que decimos condenar todo tipo de fundamentalismo. Mientras no pensemos en las consecuencias de nuestros actos antes de lanzarnos a aventuras supuestamente justicieras que a duras penas esconden afanes neocoloniales, expolio descarado de recursos ajenos. Mientras seamos nosotros mismos los que olvidamos o, peor aún, mancillamos nuestros valores y principios una y otra vez, no obtendremos paz. La paz es el resultado del control del poder por el Derecho, de la prioridad de los derechos humanos por sobre el beneficio de nuestras marcas, emprendedores o socios, de la inversión en cooperación equitativa. De dejar de despreciar a los que no tienen la suerte de no ser europeos o aliados de los europeos”.